Investigación refleja importantes beneficios de restaurar bosques ribereños en Costa Rica

  • Un estudio dirigido por la Universidad de Stanford de los Estados Unidos, realizado con el apoyo del Ministerio de Ambiente y Energía, el Banco Central y el Laboratorio PRIAS revela cómo la restauración de zonas forestales relativamente angostas en las laderas de los ríos podría mejorar sustancialmente la calidad del agua y el almacenamiento de carbono en las regiones de Costa Rica. 
  • Estos cambios podrían beneficiar en gran medida a las poblaciones vulnerables que dependen de los ríos para su abastecimiento de agua.

Un nuevo estudio dirigido por la Universidad de Stanford de los Estados Unidos, realizado con el apoyo de instituciones costarricenses incluyendo al Ministerio de Ambiente y Energía, el Banco Central y el Laboratorio PRIAS, revela que la restauración de franjas relativamente angostas de bosques ribereños (en los márgenes de los ríos) podría mejorar sustancialmente la calidad del agua y el almacenamiento de carbono en las diferentes regiones del país. La investigación  que ha sido publicada en la revista científica “Ecosystem Services”, disponible en línea, muestra que la restauración de estas áreas tiende a ser más beneficiosa en paisajes escarpados, propensos a la erosión e intensamente fertilizados.

«Los bosques alrededor de los ríos son lugares clave para la restauración porque proporcionan enormes beneficios, sin generar competencias con las tierras productivas», afirmó la autora principal del estudio Kelley Langhans, estudiante de doctorado en biología en la Universidad de Stanford, afiliada a Natural Capital Project. «Una pequeña inversión podría tener un impacto realmente grande en la salud de las personas y los ecosistemas» indicó la investigadora.

«El resultado de esta investigación es particularmente útil para orientar el desarrollo de políticas públicas de restauración de agropaisajes dirigidas a los sitios donde la inversión en restauración forestal  puede generar los mayores beneficios para la sociedad costarricense y apoyar el logro de los objetivos establecidos en el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático”, agregó el ministro de Ambiente y Energía, Franz Tattenbach. 

Las zonas de vegetación adyacentes a los ríos y arroyos absorben los contaminantes nocivos de la escorrentía, impidiendo que lleguen a los cursos de agua. Crear políticas públicas basadas en eficiencia permitirá priorizar la restauración de agropaisajes.  En Costa Rica, la Ley Forestal 7575, aprobada en 1996 , obliga a proteger franjas boscosas frente a los ríos de entre 10 a 50 metros de ancho. 

Utilizando la herramienta InVEST, software gratuito y de código abierto desarrollado por “Natural Capital Project”, el equipo comparó un escenario en el que la ley se aplicaba en su totalidad, con el escenario actual. Se modelaron los efectos de la reforestación de franjas de 10 metros de ancho, a pesar de que para algunos casos, esta franja subestima las disposiciones del mandato de ley. Aun así, los modelos mostraron que ese cambio aumentaría la retención de fósforo en casi un 86%, la retención de nitrógeno en más de un 81% y la retención de sedimentos en aproximadamente un 4%. La ampliación de la cubierta forestal -un aumento de alrededor del 2% en todo el país- también aumentaría la retención de carbono en un 1,4%. 

Esta reforestación tendría un mayor impacto en las zonas con características específicas como: sitios ubicados por debajo de las laderas empinadas con usos de la tierra propensos a la erosión (como los pastos), sitios propensos a recibir altos niveles de aplicación de fertilizantes (cercanos a cultivos extensivos) y lugares con bajos niveles de retención de nutrientes (como las zonas urbanas). Restaurar los márgenes de los ríos cercanos a estos espacios podría tener enormes beneficios en zonas del país donde un gran número de personas dependen directamente de ellos para obtener agua potable. 


«Al cuantificar los beneficios de la restauración de los ecosistemas, es fundamental tener en cuenta cómo esto afecta a las personas, especialmente a las poblaciones más vulnerables», afirma Langhans. «Por eso, en esta investigación hemos mapeado explícitamente cómo el aumento de la calidad del agua impactaría a quienes más dependen de los ríos».


Incluso las regiones con infraestructuras para el tratamiento de agua potable podrían beneficiarse, ya que en Costa Rica dichas infraestructuras son especialmente vulnerables a los huracanes y terremotos. En 2020, una tormenta tropical combinada con un huracán dejó sin servicio de agua a 120.000 costarricenses durante varios días, lo que obligó a las personas a depender temporalmente de otras fuentes de agua, incluidos los ríos. Los métodos tradicionales de tratamiento de agua tampoco eliminan los nitratos, que son especialmente susceptibles de lixiviación en las aguas subterráneas debido a su alta solubilidad. Esto es especialmente preocupante en Costa Rica, por el nivel de uso de fertilizantes nitrogenados que se da en el país.


La mayor parte de las tierras a reforestar para crear estas zonas de amortiguamiento son de cultivo y pastos para el ganado. Estudios anteriores han demostrado que los agricultores costarricenses valoran contar con árboles en sus tierras y, en general, apoyan la reforestación, pero consideran que los costos iniciales de la transición a los bosques son demasiado elevados. 


«Este estudio proporciona un modelo para utilizar escenarios realistas y basados en evidencia científica, con el fin de determinar las áreas en las que la restauración de los bosques podría tener el mayor impacto en términos de mejora de la salud de las personas y de cumplimiento de los objetivos nacionales de reducción de emisiones y adaptación al cambio climático», dijo el coautor del estudio, Rafael Monge Vargas, director del Centro Nacional de Información Geoambiental de Costa Rica en el Ministerio de Ambiente y Energía.

Esta investigación fue financiada por National Science Foundation, Winslow Foundation, LuEsther T. Mertz Charitable Trust, Gordon and Betty Moore Foundation y el Programa A.50 de la NASA  y el Grupo de Observaciones de la Tierra (GEO). También contó con el apoyo del Programa de Créditos en la Nube de GEO y Amazon Web Services.

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